Nos estalla el calefón.

Resulta que vengo de unos días complicados, por eso desaparecí de este medio. Estuve transitando momentos de mucha reflexión en todos los aspectos de mi vida y a eso se le sumó una caída por una escalera que, al parecer, me descolocó las ideas. De a poco volvía a encastrar en el rompecabezas de mi cabeza (valga la redundancia) y con el golpe que me di algunas piezas se me perdieron en los escalones.
Supongo que son rachas. "Todos tenemos esos días en que nos estalla el calefón", dice la estrofa de una canción. Yo creo que más que días -al menos en lo personal- tengo meses. Así viene siendo Junio y espero que acá se detengan. Por eso estoy escribiendo, para transformar lo malo que me sucedió en algo bueno como es este espacio. Me estalló el calefón y quedaron muchas cenizas del fuego que se prendió entonces, de a poco, las estoy logrando barrer, así que acá estoy nuevamente.
 Los sentimientos y sensaciones se transformaron en ingredientes dentro de una olla a presión que se destapó por la acumulación y saltó la tapa de una forma inesperada, dejándome el plato vacío sin nada que degustar. Tal cual sucedió con el calefón y tal cual puede suceder con cada analogía que haga. Como la del plato vacío, una que inventé con mis experiencias de muchacha celíaca. Como cuando tengo mucho hambre y no hay nada libre de gluten listo para comer. Sé que si quiero sentarme a disfrutar de un buen plato, aunque no tenga ganas, tengo que ponerme a cocinar porque no me queda opción (y sabemos que no hay nada peor para un celíaco que quedarse sin alternativas para comer...). Por eso, hay que darle rienda suelta a la imaginación y a la razón para que juntas elaboren el plan justo para cocinar rápido pero de forma eficiente con lo que hay disponible sin entrar en pánico. ¡Eso último es muy difícil para mí!, aunque sé que pueden salir resultados fantásticos o pueden fallar, pero al fin y al cabo me termina sirviendo de experiencia para no repetir los mismos errores. No debo olvidar las condiciones a las que me enfrento. Si la olla a presión estaba mal cerrada o muy cargada de cosas, tarde o temprano era probable dicho desenlace, pero no quise verlo y eso me pasa en reiteradas ocaciones y en distintas situaciones. Hay que abrir la cabeza para que la desesperación no le gane a la creación. Con poco podemos hacer mucho por nosotros mismos.
Amén de esto, soy una convencida que a veces es necesario que todo explote para que cuando los pedazos caen, piquen y suban victoriosos otra vez. Y si eso no pasa volverán a caer porque no están listos para enfrentar nuevos retos, pero seguro tarde o temprano serán lo que alguna vez fueron o volverán a uno pero de transformados en algo mejor.
El tema es enfrentarse a los platos vacíos, a los calefones estallados y a las ollas a presión abiertas sin miedo a que nos afecten. El miedo paraliza y no nos deja ver más allá para crear un buen producto. Las caídas nos golpean pero podemos frenarnos para que nos duela menos. Lo que está dentro de la olla nos puede quemar pero si nos corremos a tiempo nos podemos evitar una cicatriz. Depende de nosotros, depende de lo que estemos dispuestos a enfrentar, depende de si estamos abiertos a ver lo que la vida nos tiene preparados sin ahogarnos en un vaso de agua.


¡Besos, mis queridos!
Tatiana
@tatisingluten




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